lunes, 29 de septiembre de 2014

Huellas de mi ciudad.




                Realmente me estaba atrayendo. Sí mi mujer hubiera estado presente y lo hubiese presenciado; probablemente me hubiese echado en ese mismo momento [sin dudarlo el menor instante] de su casa. Pero por suerte para mí, estaba en uno de sus infinitos viajes de negocios por el Norte de América, conversando y disfrutando de la gente influyente dentro del mundo de la moda y del Arte. Probablemente hubiese madrugado y estuviese en una de sus innumerables visitas en el MOMA´s de New York haciéndose pasar por la más Snob de todos. Al contrario, yo había estado trasnochando y todavía no había llegado el momento de reunirse con Morpheo. Estaba influenciado por las Anfetas y la destilación Londinense de más de 10 años. El sol; entraba entre las rendijas de la vieja persiana de madera, proyectaba sobre la violeta funda del edredón de plumas esa secuencia lineal lumínica que todos conocemos y hemos visto muchas de las mañana al despertar. Me encontraba reposado, fumando tabaco rubio sin parar. Un pito tras otro. Entre los pocos rayos que podían pasar a la habitación, el humo de mi pitillo realizaba una danza magnifica que parecía sincronizarse con el movimiento de cuerpos que había presentes y con los delicados juegos de luces. Parecía que alguien estuviese al frente de aquel tan magnífico espectáculo lumínico. Sentado en la cama, apoyando mi espalda sobre el reposacabezas, observo. Observo. A los pies de mi cama se encuentran esas dos personas que he traído a casa esta mañana con tal de no sentirme solo y desgraciado, por no recordar que no fui capaz de compartir los gustos de Jannis, ni de adaptarme a los ritmos sociales normales. Mierda, ¿qué estoy observando? Como dos personas se besan, se lamen, se restriegan en mi propia cama [como si de magnetismo se tratase]. Extrañamente me está atrayendo y gustando. Un total vouyer, un detective social, un historiador contemporáneo, un hijo de la descomposición natural orgánica.