domingo, 12 de octubre de 2014

Carta para un auxiliar social XIII




                Eres un dolor de cabeza continuo, no aguanto más. Convivir contigo es como pasar el tiempo frente a un film infinito de Griffith. No hay duda, lo que fue divertido ahora es incompresible pues empiezo a ver lo realmente chalado que estás. Esto es insoportable Miki, ahora ya no quiero verte por las mañanas ni ofrecerte unas deliciosas tostadas de mermelada de moras. Se acabó el recoger tus hojas y el sacar a tu perro de casa. Recuerdo cuándo tú presumías de lo fácil que era una convivencia, cuándo el regresar de fiesta no era más que el comienzo de la aventura esperada… Pero ya no es así, ahora el mundo se me cae como si todo el planeta sufriese Lepra y tú no eres más que distancia y desconocimiento; un auténtico abismo al que me asomo y me devuelve la mirada paralizándome por completo. Te amo y te odio, directamente observo tu rostro pero siento esa maldita necesidad de apartar la vista. Ese superar la eterna cuesta del: “Podré subir, podré subir, podré subir…” pero que jamás muestra la nevada cima, un eterno buscar en el Jardín de las Hespérides. No. Ni yo soy Heracles ni tú eres califa de una taifa medieval hispánica. En esta senda ahora hay una bifurcación; por un lado el camino de la izquierda colinda con la peligrosa y protegida cerca de la monotonía y por el otro camino solo veo en el horizonte el gélido estanque de la incomprensión y la marginación.

miércoles, 1 de octubre de 2014


 No voy al dentista;
aunque la boca duela.
Traigo lágrimas negras y olores suecos.
Huesos del Alzheimer,
están guisados por la abuela.
Polvo y desdén; recursos en piedras.
Angustias aceleradas;
fin de esta escalera.