“Hubo
muchas contiendas tras la decadencia que provocó en nuestras vidas los cambios
alimenticios y vitales que creó el todavía recordado Dr. Pudovkin. La muerte tocaba
con sus frías manos a nuestras débiles puertas (siempre acompañada de los representantes
de las pequeñas provincias-estado que se crearon tras el abandono del mundo siperior).
Abajo nadie hacía por percibir el sufrimiento y las atrocidades que se estaban
cometiendo en el mundo terrestre. Arriba levantábamos nuestros rastrillos, hoces y guadañas en balde.”
Un
agricultor de Marsella
La luz que emitían los fondos oceánicos se podía contemplar desde la ya abandonada Estación Espacial Internacional que construyó el viejo país soviético en la órbita terrestre en el último tercio del S.XX. El brillo irradiaba parte de las aguas creando formas geométricas conectadas entre sí por finas líneas -las cuales resultan ser las autovías acuáticas modernas que conectan unas estaciones subacuáticas con otras-. La arquitectura que se desarrolló usaba el cristal y el metal como materiales principales, imitaba formas tomadas e inspiradas directamente de los templos orientales hindúes; bases finas muy estilizadas y habitáculos superiores dónde se desempeñaban las funciones diarias más rutinarias. Bajo las aguas hay grandes naves dónde se produce lo necesario para desarrollar la nueva sociedad; naves-escuela, naves-factoría, naves-comerciales… Todo lo que conocíamos trasladado a un ámbito atmosférico muy diferente.
La contaminación dejó de importar años atrás, nadie
mencionaba lo que ocurría en el mundo de arriba; la superpoblación que el
planeta vivía durante los principios del S.XXI dejó de ser un problema. El
oxígeno se produce de forma artificial aprovechando la base molecular de cierto
tipo de plantas acuáticas que solo crecen
en las fosas más profundas del Pacífico. Las placas tectónicas y chimeneas
volcánicas ofrecen la energía térmica necesaria para calentar e iluminar el
diseño del nuevo mundo subacuático.