viernes, 26 de junio de 2015

   


         Me salvan las rojas y sonoras  tabletas de Kit-Kat y esas horas de espera y fuerza física que paso en el retrete en esa maldita y cómoda posición antinatural; quizás una sea consecuencia de la otra pero para mi suerte son La Redención. Un Ave María contemporáneo, una noche de San Juan en la hoguera o el nuevo videojuego para la XBOX 3.60 que tanto lleva esperando el mocoso de turno. No tengo la mínima constancia de a que me dedico, ni cuáles eran los objetivos… ¿Existen? ¿Los he tenido? No lo recuerdo o no quiero recordarlo, no lo se del todo. Pero ahora estoy totalmente limitado a este ejercicio de ama de casa que siempre me gustó y dinamizó la situación. Tú, en cambio: viajas. A México, a la mente del borracho del bar y los abismos de tu propia psicosis. O eso crees, más bien eso crees; pero tampoco es del todo así. Buscas ese billete para el aeropuerto que solo va a llevarte de ida a la madriguera del blanco conejo, en cambio, desconoces o olvidas que no hay billete de vuelta y que nada de lo que te enseñó el sombrero es lección para esta vida tan tangible y deshumanizada.