. Un pequeño ídolo del viejo Egipto
. Una llamada telefónica inoportuna
. Un mechón de pelo del bigote de papá
. Un insignificante recorte de la página de
sucesos locales
. Restos anónimos de esperma
. Un estéril resplandor
. Una edición descatalogada
.
.
.
En fin, creo que no se que más podría
añadir a la lista. La insignificante lista de cómo prepararme un buen potaje.
Antes los preparaba. Para nosotros, para vosotros, para ellos. Si sabes cómo
prepararlos... ¿por qué ceñirte a los congelados del supermercado? Es fácil;
¿quién consigue unos ingredientes? El que los cosecha. ¿Y quién cosecha? La
paciencia. La mayor de las gracias que nos impulsa a esa cicuta a la que
algunos son tan osados como para llamar vida. Otros, en cambio, prefieren
redactar listas de la compra imposibles. Se imaginan: ¿Disculpe señorita dónde
está la sección de los cuadros que nunca pinté?...
-No, no, no. Mierda, nada de eso está bien. Volvamos a
empezar:
Corto las venas, aso los gratos recuerdos y
descongelo la paciencia.
-Ahora creo que si.
Corto las venas, aso los gratos recuerdos y
descongelo la paciencia. Es normal que los ojos te lloren pues la cebolla
destapa esa caverna tan recóndita dónde algunos de tus vivencias más
traumáticas han vivido durante años. Los colores de la verduras son los confeti
que nunca te lanzaron y en medio del esperanzador verde de la ensalada una
cucaracha fue a depositar sus estimadas liendres. Arroz con kafkas pasadas.
Pasas que pasan de hablarte. De los cuchillos no te preocupes, no son lo que nos han contado son inofensivos, sobre todo por el lado del filo; caminar por él es andar entre las densas calles de la psique social. Si tienes fiebre usa tu Frost, si tienes frío no olvides la publicidad de Fagor.