I.III
Aquella mañana las nubes habían amanecido enfurecidas
por el gris, a excepción de alguna muy suave grieta por la que la luz hacía
alarde de su existencia. El viento azotaba soplado por Céfiro, y el agitado
oleaje rompía contra las grandes rocas despeñadas con mayor fuerza que la que
expresa la propia ley establecida por Newton. Algo había hecho de ese amanecer
un recuerdo trágico para los habitantes de Dublin Bay.
Si continúas la bahía dos kilómetros
dirección contraria a la zona más comercial de esa parte de la capital
irlandesa hay una senda que va paralela a los picados acantilados. Solo si te
alejas de la feria y la playa podrás encontrar este lugar. La dirección de un
grupo turístico de japoneses había decidido hacer esa ruta que dista unas cinco
millas del punto más accesible en automóvil. A las 11:23 de la mañana de aquel Martes
13 de Abril uno de los turistas visto una extraña mancha entre el oleaje y lo
que rápidamente identificó en su centro como un cuerpo desnudo. Todo el grupo japonés
de las gorras amarillas así lo identificó.