lunes, 7 de julio de 2014

De cómo la muerte se convirtió en La Obra.

¿Y qué es el recuerdo? A veces lo vemos muy claro, se nos presenta con evidencia ante nuestros ojos cerrados. Suele traernos sensaciones; acompañadas de arduos escalofríos o de tenues alegrías. Un sinfín de situaciones temporales proyectadas en los Yelmo Cineplex de nuestras pupilas. Mundos reflejados que escapan de lo presente y lo cotidiano. Tan alejados de lo terreno como utopías arquitectónicas renacentistas. Un pensamiento circular te atrapa; viajas con él, viajas sobre él. Es como recorrerte a ti mismo en globo a lo largo de 80 días. Sendas exóticas que explorar en busca de lo que crees haber experimentado. Lugares tan desconocidos para el individuo como para la Geografía más desarrollada. Arqueólogos en una intensa búsqueda infinita a través de Google Earth. Hallas ese algo; ese algo que te inunda por completo y te hace suspirar. Se detiene.  Suspiras como lo haría un cardiólogo frente a esa operación tan arriesgada y en ese instante -sólo podría  ser en ese instante-, te encuentras. No sabes dónde ni cómo pero estás por completo sumergido en el océano de tus emociones. Resulta ser un paraje oscuro pero tú lo aprecias con claridad. Es la verde esperanza de los bosques al alcance de tus delicadas y frías yemas. Un acceso directo al panel de control y al historial de búsquedas clandestinas personales.  

Pausadamente se regresa, se reconoce lo observado y se profundiza en lo asociado. Jamás existió la clarividencia hasta en ese momento en el que pozo todo se sumerge y vislumbra de en función a lo tan claro.