El alargado destornillador plano que adquirí desde Ebay me va a ayudar a llevar a cabo mi segundo paso de esta liberación que ya se convirtió en algo personal hace tanto tiempo. Desatornillo la placa metálica que cubre mi pecho y abdomen tras aquel fatídico impacto. En cada giro de muñeca; noto esa sensación de profundidad interior personal que en algún tiempo no sentí porque no fue necesario. No he vuelto a ver mi ombligo desde la mañana de aquella tragedia. En la mesita hay tres tornillos de acero inoxidable y al depositar el cuarto, éste no puedo evitar caer deslizándose sobre su base y rodar hasta el suelo, simulando en mi mente sonidos industriales de Aidan Baker. El último tornillo está excesivamente apretado, quizás yo esté demasiado cansado, o tal vez tengo excesivos miedos y nervios como para levantar la tapa de mi mismo. Me miró al espejo para terminar el trabajo. La retiro y en mi interior hay cables, metros de cableado. De tantos colores como aprendí en la guardería y parbulitos. En mi interior, forman autopistas por donde la corriente corre sin cometer infracciones viales ni físicas. Viaja de mi cerebro al vientre, del vientre a la trompa de Eustaquio y de ahí, a lo que un día fue mi pene -ahora erecto por esos impulsos eléctricos exteriores; o no, interiores- Pero en tal caso fueron implantados y diseñados en el exterior, en un lugar muy lejano a este cuarto. Tengo material suficiente como para acabar con todo esto. Unos viejos alicate, unas tijeras de costurera y un blanco botiquín equipado con lo que necesito.
miércoles, 23 de abril de 2014
La tapa de mi mismo.
El alargado destornillador plano que adquirí desde Ebay me va a ayudar a llevar a cabo mi segundo paso de esta liberación que ya se convirtió en algo personal hace tanto tiempo. Desatornillo la placa metálica que cubre mi pecho y abdomen tras aquel fatídico impacto. En cada giro de muñeca; noto esa sensación de profundidad interior personal que en algún tiempo no sentí porque no fue necesario. No he vuelto a ver mi ombligo desde la mañana de aquella tragedia. En la mesita hay tres tornillos de acero inoxidable y al depositar el cuarto, éste no puedo evitar caer deslizándose sobre su base y rodar hasta el suelo, simulando en mi mente sonidos industriales de Aidan Baker. El último tornillo está excesivamente apretado, quizás yo esté demasiado cansado, o tal vez tengo excesivos miedos y nervios como para levantar la tapa de mi mismo. Me miró al espejo para terminar el trabajo. La retiro y en mi interior hay cables, metros de cableado. De tantos colores como aprendí en la guardería y parbulitos. En mi interior, forman autopistas por donde la corriente corre sin cometer infracciones viales ni físicas. Viaja de mi cerebro al vientre, del vientre a la trompa de Eustaquio y de ahí, a lo que un día fue mi pene -ahora erecto por esos impulsos eléctricos exteriores; o no, interiores- Pero en tal caso fueron implantados y diseñados en el exterior, en un lugar muy lejano a este cuarto. Tengo material suficiente como para acabar con todo esto. Unos viejos alicate, unas tijeras de costurera y un blanco botiquín equipado con lo que necesito.
miércoles, 9 de abril de 2014
Desenterrando el hacha de la paz.
miércoles, 2 de abril de 2014
martes, 1 de abril de 2014
Granizados de 7up.
Las tardes de Domingo invernales
siempre nos gustaron. Las pasamos de resaca en tu cama y también de mercadillos
y televisores tan rutinarios como los de cualquier familia al fin de la
programación semanal. Recuerdo como dejábamos caer las fotos y como ninguno de
los dos hacía nada por impedirlo. El salado olor de las palomitas con mantequilla o el de la gélida lluvia de colores. También recuerdo no ser conscientes del tiempo, ni tampoco del final. Si quiera tenían principio esos Domingos. El principio lo poníamos
nosotros y solía estar en el escritorio improvisado, caliente, como una pizza de Pepperoni o cómo
el agua que golpeaba mi nuca al despertarme entre campanadas. Recuerdo mirar
por la ventana y ver a una pequeña gatita parda en celo en el más alto de los balcones,
pensé que quizás podía ser yo pidiéndome un comportamiento social más natural. Los radiadores apagados, los edredones de
plumas y el estereofónico reproduciendo el CD Amnesiac. Nos sentíamos inmortales y poderosos, quebrábamos los malos humos y los aspirábamos con la más fuerte de nuestras inspiraciones. Esas sensaciones estáticas, esas miradas tan complementadas ante cualquier estímulo externo. Todo encajaba y la presión no ejercía su función.
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