miércoles, 9 de abril de 2014

Desenterrando el hacha de la paz.

             No recuerdo ni cómo ni cuándo surgió todo este conflicto que ahora abarca a tantas identidades, fechas, situaciones y objetos. Pero de lo que si soy consciente es de la prolongación en el tiempo que estos altercados están produciendo de forma directa en el rendimiento de nuestras vidas cotidianas. Antes de nuestra enemistad, éramos aliados y antes de ello desconocidos. Una farola en la Plaza más abandonada de la ética, iluminaba la oscuridad de los mundos idealizados. En batalla éramos inquebrantables pues su escudo y el mío encajaban tan perfectamente como los bloques de Lego. En la tranquilidad jugábamos a las formas, sacábamos punta con un cuter a nuestros diálogos y empatizábamos con personajes de ficción que nos ayudaban a comprender mejor nuestra posición en el mundo. La alianza se forjó con fango, y el fango se secó para agrietarse –como Prometeo e hígados-.  Perdimos las cosechas feudales, ganamos los frutos emocionales. Entre esas dos miradas rectas, en una pupila estalló el deseo imposible; quizás fueron en las dos, nunca estuve seguro de ello.  Somadamantina reproducía sus colores purpuras en la pantalla. Las quemadas tostadas eran de Margarina y York, zumo de naranja del Día% y cánticos potentes de gitanos chatarreros. Cuándo aprendamos el valor de una manzana, cuidaremos las cosxs.