miércoles, 23 de abril de 2014

La tapa de mi mismo.

             Cojo el bisturí y corto verticalmente una recta en mi antebrazo derecho a media distancia entre la muñeca y el codo . Millones de Nanobots Cyberbiotics brotan. Una fuente desde dónde beber inteligencia artificial entrecruzada con mi genética . Están formando efímeras e instantáneas figuras geométricas; son miles de ellas, desde estrellas de David cúbicas, a imágenes triangulares similares a telas de araña . Broto. Brotan. Brota de mi lo que soy y me mantiene por completo absorto en ello. La clara luz matinal ilumina la habitación y saca pequeños destellos parpadeantes a los minúsculos Bots. Observarlos con la lupa que heredé de Jaume me permite ver su fisiología y anatomía más exterior. Pequeños inquietos metálicos con tres minúsculas patas y una pinza a cada lado. Un símbolo negro que no llego a ver en su frío lomo cubierto de mi sangre, indica que fueron fabricados por alguien para alguien en algún momento en concreto.
            El alargado destornillador plano que adquirí desde Ebay me va a ayudar a llevar a cabo mi segundo paso de esta liberación que ya se convirtió en algo personal hace tanto tiempo. Desatornillo la placa metálica que cubre mi pecho y abdomen tras aquel fatídico impacto. En cada giro de muñeca; noto esa sensación de profundidad interior personal que en algún tiempo no sentí porque no fue necesario. No he vuelto a ver mi ombligo desde la mañana de aquella tragedia. En la mesita hay tres tornillos de acero inoxidable y al depositar el cuarto, éste no puedo evitar caer deslizándose sobre su base y rodar hasta el suelo, simulando en mi mente sonidos industriales de Aidan Baker.  El último tornillo está excesivamente apretado, quizás yo esté demasiado cansado, o  tal vez tengo excesivos miedos y nervios como para levantar la tapa de mi mismo. Me miró al espejo para terminar el trabajo. La retiro y en mi interior hay cables, metros de cableado. De tantos colores como aprendí en la guardería y parbulitos. En mi interior, forman autopistas por donde la corriente corre sin cometer infracciones viales ni físicas. Viaja de mi cerebro al vientre, del vientre a la trompa de Eustaquio y de ahí, a lo que un día fue mi pene -ahora erecto por esos impulsos eléctricos exteriores; o no, interiores- Pero en tal caso fueron implantados y diseñados en el exterior, en un lugar muy lejano a este cuarto. Tengo material suficiente como para acabar con todo esto. Unos viejos alicate, unas tijeras de costurera y un blanco botiquín equipado con lo que necesito.