sábado, 15 de noviembre de 2014

AQUARIUM

“Hubo muchas contiendas tras la decadencia que provocó en nuestras vidas los cambios alimenticios y vitales que creó el todavía recordado Dr. Pudovkin. La muerte tocaba con sus frías manos a nuestras débiles puertas (siempre acompañada de los representantes de las pequeñas provincias-estado que se crearon tras el abandono del mundo siperior). Abajo nadie hacía por percibir el sufrimiento y las atrocidades que se estaban cometiendo en el mundo terrestre. Arriba levantábamos nuestros rastrillos, hoces  y guadañas en balde.”
                                                                                              Un agricultor de Marsella

            La luz que emitían los fondos oceánicos se podía contemplar desde la ya abandonada Estación Espacial Internacional que construyó el viejo país soviético en la órbita terrestre en el último tercio del S.XX. El brillo irradiaba parte de las aguas creando formas geométricas conectadas entre sí por finas líneas -las cuales resultan ser las autovías acuáticas modernas que conectan unas estaciones subacuáticas con otras-. La arquitectura que se desarrolló usaba el cristal y el metal como materiales principales, imitaba formas tomadas e inspiradas directamente de los templos orientales hindúes; bases finas muy estilizadas y habitáculos superiores dónde se desempeñaban las funciones diarias más rutinarias. Bajo las aguas hay grandes naves dónde se produce lo necesario para desarrollar la nueva sociedad; naves-escuela, naves-factoría, naves-comerciales… Todo lo que conocíamos trasladado a un ámbito atmosférico muy diferente.

La contaminación dejó de importar años atrás, nadie mencionaba lo que ocurría en el mundo de arriba; la superpoblación que el planeta vivía durante los principios del S.XXI dejó de ser un problema. El oxígeno se produce de forma artificial aprovechando la base molecular de cierto tipo de plantas acuáticas  que solo crecen en las fosas más profundas del Pacífico. Las placas tectónicas y chimeneas volcánicas ofrecen la energía térmica necesaria para calentar e iluminar el diseño del nuevo mundo subacuático. 

sábado, 1 de noviembre de 2014

Huellas de mi ciudad.

             Desde que el profesor Robert Pudovkin alteró la naturaleza olfativa de las apariencias, el mundo que conocíamos dejó de existir. En un principio hubo muchas disputas; grandes empresas de perfumes francesas se lanzaron réplicas sobre el por que de aquellos principios tan básicos y que nunca habían sido capaces de sintetizar. Restaurantes con sucursales a nivel internacional dejaron de  preparar sus productos de manera tradicional y comenzaron a utilizar ingredientes con formas insospechadas con anterioridad. Todos los productos se manipulaban. En efecto, tras las investigaciones y descubrimientos que llevo a cabo el profesor Pudovkin nació la conocida “Era del Gusto y el Olfato” que se extiende hasta este día en el que apenas nada de lo que conocíamos existe.




domingo, 12 de octubre de 2014

Carta para un auxiliar social XIII




                Eres un dolor de cabeza continuo, no aguanto más. Convivir contigo es como pasar el tiempo frente a un film infinito de Griffith. No hay duda, lo que fue divertido ahora es incompresible pues empiezo a ver lo realmente chalado que estás. Esto es insoportable Miki, ahora ya no quiero verte por las mañanas ni ofrecerte unas deliciosas tostadas de mermelada de moras. Se acabó el recoger tus hojas y el sacar a tu perro de casa. Recuerdo cuándo tú presumías de lo fácil que era una convivencia, cuándo el regresar de fiesta no era más que el comienzo de la aventura esperada… Pero ya no es así, ahora el mundo se me cae como si todo el planeta sufriese Lepra y tú no eres más que distancia y desconocimiento; un auténtico abismo al que me asomo y me devuelve la mirada paralizándome por completo. Te amo y te odio, directamente observo tu rostro pero siento esa maldita necesidad de apartar la vista. Ese superar la eterna cuesta del: “Podré subir, podré subir, podré subir…” pero que jamás muestra la nevada cima, un eterno buscar en el Jardín de las Hespérides. No. Ni yo soy Heracles ni tú eres califa de una taifa medieval hispánica. En esta senda ahora hay una bifurcación; por un lado el camino de la izquierda colinda con la peligrosa y protegida cerca de la monotonía y por el otro camino solo veo en el horizonte el gélido estanque de la incomprensión y la marginación.

miércoles, 1 de octubre de 2014


 No voy al dentista;
aunque la boca duela.
Traigo lágrimas negras y olores suecos.
Huesos del Alzheimer,
están guisados por la abuela.
Polvo y desdén; recursos en piedras.
Angustias aceleradas;
fin de esta escalera.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Huellas de mi ciudad.




                Realmente me estaba atrayendo. Sí mi mujer hubiera estado presente y lo hubiese presenciado; probablemente me hubiese echado en ese mismo momento [sin dudarlo el menor instante] de su casa. Pero por suerte para mí, estaba en uno de sus infinitos viajes de negocios por el Norte de América, conversando y disfrutando de la gente influyente dentro del mundo de la moda y del Arte. Probablemente hubiese madrugado y estuviese en una de sus innumerables visitas en el MOMA´s de New York haciéndose pasar por la más Snob de todos. Al contrario, yo había estado trasnochando y todavía no había llegado el momento de reunirse con Morpheo. Estaba influenciado por las Anfetas y la destilación Londinense de más de 10 años. El sol; entraba entre las rendijas de la vieja persiana de madera, proyectaba sobre la violeta funda del edredón de plumas esa secuencia lineal lumínica que todos conocemos y hemos visto muchas de las mañana al despertar. Me encontraba reposado, fumando tabaco rubio sin parar. Un pito tras otro. Entre los pocos rayos que podían pasar a la habitación, el humo de mi pitillo realizaba una danza magnifica que parecía sincronizarse con el movimiento de cuerpos que había presentes y con los delicados juegos de luces. Parecía que alguien estuviese al frente de aquel tan magnífico espectáculo lumínico. Sentado en la cama, apoyando mi espalda sobre el reposacabezas, observo. Observo. A los pies de mi cama se encuentran esas dos personas que he traído a casa esta mañana con tal de no sentirme solo y desgraciado, por no recordar que no fui capaz de compartir los gustos de Jannis, ni de adaptarme a los ritmos sociales normales. Mierda, ¿qué estoy observando? Como dos personas se besan, se lamen, se restriegan en mi propia cama [como si de magnetismo se tratase]. Extrañamente me está atrayendo y gustando. Un total vouyer, un detective social, un historiador contemporáneo, un hijo de la descomposición natural orgánica.

lunes, 14 de julio de 2014

Huellas de mi ciudad.

        Entre en el tumulto y el barullo de este centro de salud público no hay manera de que alguien consiga concentrarse en la situación que se está viviendo. Señoras que despilfarran el tiempo con comentarios burlescos absurdos y con conversaciones de personajes públicos decadentes. Niños que lloran deseando salir de ese lugar con olores tan estériles y químicos. Eustaquio quedó con Kevin para ir con el balón, y ahora sabe que no acudirá a su cita por la aglomeración de gente que no ha entrado todavía y que en la lista de espera tenían citas estipuladas previamente a la suya. El entorno es claro y frío; azulejos grises con una pequeña franja verde a media altura. Colores tranquilos que ocultan los nervios de familiares tras esas azules puertas de madera. Una enfermera grita un nombre, más tarde otro, y así sucesivamente durante el tiempo en el que transcurre su jornada. Para estar enfermos o tener algún tipo de preocupación clínica; la gran parte no lo aparenta -me autosugestiono perdiendo cada vez un poco más los hilos morales-. Un teléfono suena mientras leo el cartel de "Gracias por apagar sus teléfonos". Un hombre mayor responde a voces y pienso que puede ser algún familiar cercano por la conversación que mantienen. Han nombrado algo acerca del médico y de su poca prisa por trabajar. También algo sobre la comida familiar del Sábado. Tercera edad que colapsa la sanidad. Pierdo los papeles. Llevo probablemente unas 60 páginas más de las que había calculado leer durante la estancia y un psicoanálisis meticuloso hasta de las manchas de los zapatos de tacón rojo que porta esa señora del vestido de rayas blancas y negras con escote y cadenilla de oro.
        Nada se mueve, todo transcurre y mi turno ha llegado.
        El zumo está en su punto, las vitaminas se oxidan con el contacto directo del aire, pero yo doy un muy fuerte trago. El ardiente café humea, asoció ese hecho con las ganas de fumar. En esta cafetería hay demasiadas malas caras. Quizás han recibido en ese maldito centro de salud malas noticias por parte de algún doctor insensible. También hay gente normal que toma su café a dispensas de la soledad y la monotonía, se observa en sus gestos repetidos y calculados. La camarera no atiende al anciano hombre que ya no le queda voz, está distraída con un SmartPhone y el servicio de mensajería instantánea. Yo sigo sin poder concertarme; es extraño que no pueda hacerlo,  éste es el tipo de sitios en los que puedo concentrarme sin problemas y aún así me encuentro nervioso. Mi estómago es el estrecho de Bering en la última glaciación que se derrite con cada sorbo de ardiente café. Creo que las analíticas no me adelantaran ninguna nueva. La pesadez física que me ciega viene dada en función a las patologías psíquicas que probablemente sufra. Nada es incurable para estos chamanes del Subtrópico de Cáncer.


lunes, 7 de julio de 2014

De cómo la muerte se convirtió en La Obra.

¿Y qué es el recuerdo? A veces lo vemos muy claro, se nos presenta con evidencia ante nuestros ojos cerrados. Suele traernos sensaciones; acompañadas de arduos escalofríos o de tenues alegrías. Un sinfín de situaciones temporales proyectadas en los Yelmo Cineplex de nuestras pupilas. Mundos reflejados que escapan de lo presente y lo cotidiano. Tan alejados de lo terreno como utopías arquitectónicas renacentistas. Un pensamiento circular te atrapa; viajas con él, viajas sobre él. Es como recorrerte a ti mismo en globo a lo largo de 80 días. Sendas exóticas que explorar en busca de lo que crees haber experimentado. Lugares tan desconocidos para el individuo como para la Geografía más desarrollada. Arqueólogos en una intensa búsqueda infinita a través de Google Earth. Hallas ese algo; ese algo que te inunda por completo y te hace suspirar. Se detiene.  Suspiras como lo haría un cardiólogo frente a esa operación tan arriesgada y en ese instante -sólo podría  ser en ese instante-, te encuentras. No sabes dónde ni cómo pero estás por completo sumergido en el océano de tus emociones. Resulta ser un paraje oscuro pero tú lo aprecias con claridad. Es la verde esperanza de los bosques al alcance de tus delicadas y frías yemas. Un acceso directo al panel de control y al historial de búsquedas clandestinas personales.  

Pausadamente se regresa, se reconoce lo observado y se profundiza en lo asociado. Jamás existió la clarividencia hasta en ese momento en el que pozo todo se sumerge y vislumbra de en función a lo tan claro.

miércoles, 4 de junio de 2014

Huellas de mi ciudad.

       La realidad comenzó y se forjó entre esas cuatro paredes cerradas con húmedos olores y pinturas grises más que desgastadas. Las manchas creaban formas semejantes a las de la casa de Belmez;  incluso se podría distinguir un cielo de tormenta en esa gama de grises. Las ratoneras hacía días que no atrapaban a ningún roedor de larga cola y bello corto, el queso Edam evocaba a cierto tipo de queso francés y de él comenzaban a florecer microorganismos de colores verdes, su mundo inteligible no había estado más que viajando y cociéndose como si de un estofado de ternera con verduras en la olla a presión se tratase. Podía sentir el humo de dentro de su cabeza. Podía sentirse la tensión; sería capaz  incluso llegar a mascarla como si un chicle Orbit fuese, pura elasticidad formal con fragancia a Eucapliptus industrial. El Señor Pallini trabajaba en aquel pequeño cuchitril cinco días a la semana para descansar dos. Limpiar ventanas, cambiar grifos, barrer sucias esquinas, despegar pegatinas, soportar quejas de estúpidos indecentes catedráticos, colocar carteles... Le resultaba rutinario y pesado abordar esas labores día tras día a dispensas de la creatividad que él sabía que cargaban sus espaldas. Una mochila llena de ingenio que era hora de abrir y vaciar. Demasiado tiempo planeando abrir esa cremallera. Años trabajando y observando en ese lugar le habían permitido adquirir las concepciones suficientes como para poder elaborar el plan al que tanto tiempo había dedicado, un plan basado en artísticas estratagemas y minuciosos cálculos sociales. Alumnos pasaban por los pasillos cambiando año tras año. Había visto culturas urbanas pasar y volver. Había relacionado modas de décadas anteriores con movimientos contraculturales actuales y nadie había escuchado jamás sus fieles y reflexionadas palabras. Nunca había sido posible llevar una convivencia adecuada con nadie y probablemente viniese dado por sus pensamientos constantes en círculo. Una duda le abordaba de manera continuada el intelecto: ¿conseguiría culninar la obra definitiva a pesar del dolor que iba a causar?.

jueves, 29 de mayo de 2014

Nada mejor por la mañana que tomarse un café.

-Lo mio nunca fue la comida servida en plato sobre una mesa llena de comensales, ya me conoces.

-No, te equivocas de nuevo. Nunca supiste ni comer ni convivir con nadie.

-No es cierto, y déjame que termine de arreglar esta maldita aspiradora. Creo que deberíamos comprar una nueva.

-Lo peor de todo esto es que llames Monsters a esa gente que ni conoces... Eres capaz de juzgar gratuitamente. Tus endiablados juicios de valor estereotipados. Lo haces incluso con los que están contigo compartiendo rutina doméstica. Mírame si no a mí, ¿cuántas veces me has tachado de "madre"?

-Pero éso es muy distinto. Tu siempre estás detrás de mí. En casa, en los paseos por el centro... Incluso me ha llegado a sonar el Smarthphone en el trabajo mientras estaba en el baño, simplemente para asegurarte de que había sacado la ropa de la lavadora.

-Solo tengo interés y preocupación. Me duele que no te des cuenta.

-Claro Sussana... Siempre presumes de ello y ahora que intento contarte por que no quiero asistir a ese lugar eres capaz de arañar en la parte personal que más me duele.

-Siempre presumes de tu capacidad de adaptación, ¿por que no lo haces ahora?. ¿Recuerdas el día en el que recogimos a aquella niña en la carretera volviendo de aquella feria del pescado? Pues al llegar a su casa y ver a su despreocupada madre; recordé que había asistido al colegio conmigo y sentí una rabia inmensa. Nunca te lo conté porque hubieses querido saber de ella y yo probablemente hubiese acabado denunciando a esa señora de la que todavía recuerdo el nombre.

-Lo recuerdo y te noté en la expresión que sabías más de lo que me querías contar. Se más de ellos de lo que crees también, de esos malditos snopes. Así que si tienes que ir: ve subiéndote al ascensor de tus tacones y déjame continuar con lo que creo que es imposible de arreglar. Quizás a la hora del café aparezca por donde quiera que vayáis tras el dichoso restaurante. Ya irán un tanto bebidos y para mí será más divertido.

-A éso me refiero, a esa prepotencia inconsciente que irradias, es una radiación que desquiciaría  a cualquiera. No se que más hacer. Todo esto va más allá de la comida y las identidades de todas esas gentes...

-No lo comprendes. No necesito a nadie solo por obligaciones sociales, nunca me gustaron. También es más trascendente...



miércoles, 21 de mayo de 2014


Tesituras de Ovidio que olvido,
metamorfosis.
Polvo y desdén.
Anhelo olor intimidad,
tiempo, polvo, desdén, metamorfosis.
Imposible deseo, extrañas comprensiones de lo idealizado.
Lujuria sin tiempo, polvo, desdén.
Café largo sin azúcar para ese tabaco rubio.


domingo, 18 de mayo de 2014

Lo intrínseco a la moral.

              Dos personas hablan sobre la marginación positiva bajo el olivo de la plaza... Me extraño e indiscretamente me acerco aunque sin llegar a hacer acto de presencia dentro del grupo.Hay un banco dónde sentarse a unos dos metros de ellos. Enchufo el pitillo Chesterfield de la empatia y la espera. Existen mil formas de abordarla -refiriéndose el joven con gafas a la marginación-, existe tanto en luz como en oscuridad; siempre y cuándo uno se encuentre receptivo a ambas y sea capaz de diferenciarlas. Existen cientos de protectoras que buscan gente con quienes llenar esas horas vacías de los cientos de jóvenes galgos maltratados. Lugares donde el caballo cabalga por todas los habitáculos del edificio sin dejar vena atrás y escenas dónde cientos de activistas de Greenpeace acaban en húmedos y oscuros calabozos condenados por corruptos tribunales internacionales. Estas tres escenas pertenecen a la clandestinidad pero difieren en cuanto a su contenido intrínseco marginal. -Si encuentras la diferencia, lo verás claro-.

        Todo esto de la degenerada   generación del Neogrunge nos ha pillado tan por sorpresa.... Y el movimiento Underground parece continuar a las sombras de estas doce esquinas como nunca antes se nos había mostrado. Existen placeres relacionados con el círculo del juego y otros bucles que abarcan los descontroles emocionales. La educación que recibimos se centra en lo sistemático, de ahí que tantos niños salgan de los colegios sin lugares a dónde ir: sus padres trabajan para esas zapas y esos jersey fabricados por Nike en paises dónde niños ni visitan escuelas . Miles de ancianos recorren ciudades nacionales en autobuses donde el calor puede con su propio olor a putrefacción vegana, vagan en busca de la inspiración geográfica cuándo desde un punto de vista sincero, reside en el propio descanso y el anásilis su tremenda experiencia. Lo clandestino y lo ético se confunden en esa parroquia junto al portal de mi edificio. Sus feligreses, apoyan sus dejados codos en la fría y pegajosa barra mientras observan como mueve la hija de Gredos su hermoso trasero de la cocina a la caja registradora y de ahí a la cámara frigorífica. En la televisión el Atlético de Madrid acaba de ganar la liga, y en el en el sur del desierto del Sahara Occidental esos dos hermanos han fabricado su balón de oro con las viejas chilabas de su difunto abuelo Bereber. Agradecen su temprana herencia. Poder observar la basura con objetividad y diferenciarla de la luz se trata de algo muy difícil para los tiempos que transcurren. Es una ardua tarea... pero siempre hay alguien tiene que hacerlo y en este mi contexto muy pocas personas están dispuestas a ello.

sábado, 10 de mayo de 2014

Huellas de mi ciudad

Tecnología.
        (Del gr. τεχνολογία, de τεχνολόγος, de τέχνη, arte, y λόγος, tratado).
         1. f. Conjunto de teorías y de técnicas que permiten el aprovechamiento práctico del conocimiento  científico.
         2. f. Tratado de los términos técnicos.
         3. f. Lenguaje propio de una ciencia o de un arte.
         4. f. Conjunto de los instrumentos y procedimientos industriales de un determinado sector o producto.
Pobreza.
(De pobre). (Del lat. pauper, -ēris).
1. f. Cualidad de pobre.
2. f. Falta, escasez.
3. f. Dejación voluntaria de todo lo que se posee, y de todo lo que el amor propio puede juzgar necesario, de la cual hacen voto público los religiosos el día de su profesión.
4. f. Escaso haber de la gente pobre.
5. f. Falta de magnanimidad, de gallardía, de nobleza del ánimo.


miércoles, 23 de abril de 2014

La tapa de mi mismo.

             Cojo el bisturí y corto verticalmente una recta en mi antebrazo derecho a media distancia entre la muñeca y el codo . Millones de Nanobots Cyberbiotics brotan. Una fuente desde dónde beber inteligencia artificial entrecruzada con mi genética . Están formando efímeras e instantáneas figuras geométricas; son miles de ellas, desde estrellas de David cúbicas, a imágenes triangulares similares a telas de araña . Broto. Brotan. Brota de mi lo que soy y me mantiene por completo absorto en ello. La clara luz matinal ilumina la habitación y saca pequeños destellos parpadeantes a los minúsculos Bots. Observarlos con la lupa que heredé de Jaume me permite ver su fisiología y anatomía más exterior. Pequeños inquietos metálicos con tres minúsculas patas y una pinza a cada lado. Un símbolo negro que no llego a ver en su frío lomo cubierto de mi sangre, indica que fueron fabricados por alguien para alguien en algún momento en concreto.
            El alargado destornillador plano que adquirí desde Ebay me va a ayudar a llevar a cabo mi segundo paso de esta liberación que ya se convirtió en algo personal hace tanto tiempo. Desatornillo la placa metálica que cubre mi pecho y abdomen tras aquel fatídico impacto. En cada giro de muñeca; noto esa sensación de profundidad interior personal que en algún tiempo no sentí porque no fue necesario. No he vuelto a ver mi ombligo desde la mañana de aquella tragedia. En la mesita hay tres tornillos de acero inoxidable y al depositar el cuarto, éste no puedo evitar caer deslizándose sobre su base y rodar hasta el suelo, simulando en mi mente sonidos industriales de Aidan Baker.  El último tornillo está excesivamente apretado, quizás yo esté demasiado cansado, o  tal vez tengo excesivos miedos y nervios como para levantar la tapa de mi mismo. Me miró al espejo para terminar el trabajo. La retiro y en mi interior hay cables, metros de cableado. De tantos colores como aprendí en la guardería y parbulitos. En mi interior, forman autopistas por donde la corriente corre sin cometer infracciones viales ni físicas. Viaja de mi cerebro al vientre, del vientre a la trompa de Eustaquio y de ahí, a lo que un día fue mi pene -ahora erecto por esos impulsos eléctricos exteriores; o no, interiores- Pero en tal caso fueron implantados y diseñados en el exterior, en un lugar muy lejano a este cuarto. Tengo material suficiente como para acabar con todo esto. Unos viejos alicate, unas tijeras de costurera y un blanco botiquín equipado con lo que necesito.

miércoles, 9 de abril de 2014

Desenterrando el hacha de la paz.

             No recuerdo ni cómo ni cuándo surgió todo este conflicto que ahora abarca a tantas identidades, fechas, situaciones y objetos. Pero de lo que si soy consciente es de la prolongación en el tiempo que estos altercados están produciendo de forma directa en el rendimiento de nuestras vidas cotidianas. Antes de nuestra enemistad, éramos aliados y antes de ello desconocidos. Una farola en la Plaza más abandonada de la ética, iluminaba la oscuridad de los mundos idealizados. En batalla éramos inquebrantables pues su escudo y el mío encajaban tan perfectamente como los bloques de Lego. En la tranquilidad jugábamos a las formas, sacábamos punta con un cuter a nuestros diálogos y empatizábamos con personajes de ficción que nos ayudaban a comprender mejor nuestra posición en el mundo. La alianza se forjó con fango, y el fango se secó para agrietarse –como Prometeo e hígados-.  Perdimos las cosechas feudales, ganamos los frutos emocionales. Entre esas dos miradas rectas, en una pupila estalló el deseo imposible; quizás fueron en las dos, nunca estuve seguro de ello.  Somadamantina reproducía sus colores purpuras en la pantalla. Las quemadas tostadas eran de Margarina y York, zumo de naranja del Día% y cánticos potentes de gitanos chatarreros. Cuándo aprendamos el valor de una manzana, cuidaremos las cosxs. 
       

miércoles, 2 de abril de 2014


El cielo está idealizado.
¿Quién lo desidealizará?
El desidealizador que lo desidealice;
buen desidealizador será.



martes, 1 de abril de 2014

Granizados de 7up.

               Las tardes de Domingo invernales siempre nos gustaron. Las pasamos de resaca en tu cama y también de mercadillos y televisores tan rutinarios como los de cualquier familia al fin de la programación semanal. Recuerdo como dejábamos caer las fotos y como ninguno de los dos hacía nada por impedirlo.  El salado olor de las palomitas con mantequilla o el de la gélida lluvia de colores.  También recuerdo no ser conscientes del tiempo, ni tampoco del final. Si quiera tenían  principio esos Domingos. El principio lo poníamos nosotros y solía estar en el escritorio improvisado, caliente, como una pizza de Pepperoni o cómo el agua que golpeaba mi nuca al despertarme entre campanadas. Recuerdo mirar por la ventana y ver a una pequeña gatita parda en celo en el más alto de los balcones, pensé que quizás podía ser yo pidiéndome un comportamiento social más natural.  Los radiadores apagados, los edredones de plumas y el estereofónico reproduciendo el CD Amnesiac. Nos sentíamos inmortales y poderosos, quebrábamos los malos humos y los aspirábamos con la más fuerte de nuestras inspiraciones. Esas sensaciones estáticas, esas miradas tan complementadas ante cualquier estímulo externo. Todo encajaba y la presión no ejercía su función. 

jueves, 27 de marzo de 2014

Razones por la identidad.

El mundo es cuadrado. Las nubes negras, con grietas. El mar rojo, de hielo. El cielo se encuentra bajo mis pies. Estoy alterado y camino de forma turbulenta como si buscase a alguien  en concreto entre todos los viandantes de este paseo de playa. Mármoles con formas geométricas y colores me aturden.  Muchas terrazas llenas de personas que al mi pasar me escanean reconociéndome y extrañándose. Algún ojo curioso se desliza a través de las gafas para observarme sin cristales por medio. No me veo en la facultad de identificar ninguno de los rostros. Todos parecen ser demasiado similares como para distinguirlos. Cuestiono la posibilidad de si algo en mi físico desconcierta a la multitud. Observándome, no hallo respuesta. Le sigo buscando. ¿A quién? ¿A quién? ¿A quién? No hallo respuesta; el miedo inunda mis entrañas. Mi nerviosismo aumenta de manera progresiva. La señora del vestido verde escotado me ha lanzado un guiño que debía reconocer. El sabueso británico del hombre del sombrero de leopardo persigue con la mirada la pelota con la que el embutido niño juega. El horizonte y el mar son un solo órgano. Una mano que se dirige hacia la misma dirección que yo, se posa con suavidad y delicadeza sobre mi hombro. Para mi sorpresa, un hombre rubio mayor, me ofrece un paquete envuelto en papel marrón atado con dos lazos marineros. Me insiste en que no lo abra. Robin me preguntará por él y tendré que dárselo. Camina hacia detrás sin apartar la mirada de mis ojos. Esa mirada más oscura que la última línea del mar. La incertidumbre aumenta por cada paso que doy. Un nombre por lo menos: Robin. ¿Quién es Robin? ¿Quién es Robin? ¿Quién es Robin?...

                El abrirlo o no, solo supone un debate moral y circunstancial. Pues yo sé que no me pertenece. Además, Robin probablemente conozca el peculiar lazo del viejo ario. Miradas, familiaridad en miradas. Nerviosismo. ¿A quién busco? ¿A quién coño buscaba?, que extraño todo. Entre la multitud, sonrisas y expresiones me agobian. No entiendo como he llegado hasta este lugar. No conozco nada. Conozco todo, pero no identifico nada. Robin, Robin, Robin. ¿Dónde está Robin? Pero… ¿Quién es Robin? ¿Existe Robin? ¿Es invención del viejo ario? Me encuentro aturdido y cansado, necesito un trago. El color del agua sigue siendo el mismo; que sorpresa. El líquido insípido me sacia y me deja observar mí alrededor. Todo el mundo finge un papel, de eso estoy seguro. Nadie es quien es, todos son quienes son. Robin, Robin, Robin, me repito una y otra vez. Un cenicero de acero inoxidable humeante hace compañía al paquete marrón encima de la barra.  Lo observo. Lo observo. No se mueve. El humo si lo hace. Mí mirada también y Robin no lo sé. La calle ha cambiado su apariencia. Ahora la playa se encuentra sumergida en el acuario de una gran tormenta, como mi cabeza en este estético paseo. La gente utiliza paraguas como mecanismo de defensa contra el agua. Cada vez resulta más difícil ver el rostro de los caminantes. Cada vez están más tapados. Cada vez veo más difícil encontrar a Robin. Robin, Robin, Robin ¿Cuándo llegaré a mi destino? ¿Existe si quiera la persona que busco? La lluvia me moja, pero no tengo esa sensación. La lluvia choca contra la nuca del horizonte. Sonrío por primera vez. No tengo miedo. La templanza nunca fue mi virtud. Una señora que pide dinero clava su mirada en mis ojos. Me penetra. Me folla. Me dejo follar. Mi paso es lento y constante. Un cigarrillo calienta mi pecho. ¿Y Robin? ¿Y Robin? ¿Y Robin? Necesito encontrarle, necesito darle el paquete del bolsillo. No puede ser, ¡está vacío! Saco de nuevo fuego de mi bolsillo. Un mechero brillante y dorado. Nunca antes lo había visto. Enciendo otro pitillo. En él, una inscripción en letra curvada y mayúscula, recita: ROBIN, ROBIN, ROBIN.

Huellas de mi ciudad.

                Entre las 14:21 y las 15:13 del Martes 23 de Marzo, Martin y Jonhy Walker se encuentran sentados en una de las mesas en la conocida hamburguesería Peggy´s Sue saboreando una magnífica hamburguesa de Carne Norteamericana Angus, mientras conversan por los negocios familiares de su difunto padre. Jonhatan Walker murió a la edad de los 69 años de cáncer de pulmón sin dejar clara su herencia que no había sido poca. Desde joven, acumuló bienes y capitales gracias únicamente a su intelecto para las finanzas. Pues cuándo empezó; apenas tenía medios para llevar a cabo un pequeño negocio de Cafés rápidos que velozmente fue en auge gracias a su simpatía y sus conocimientos neo-liberales. Smith y David Ricardo. Jonhy Walker está dispuesto a llegar lejos para defender su superioridad filial respecto a Martin. Incluso habla de su nombre, diminutivo de Jonhatan. También es el mayor. Martin ha dedicado más tiempo a las empresas, pero ése no es recurso para Jonhy pues teóricamente le han dedicado el mismo tiempo aunque ambos saben que no. Jonhy resalta su superioridad económica. Martín sus facultades humanistas. Jonhy presume de sus contactos, Martin habla de su familia. El dilema es insoluble y para ellos irresoluble. La resolución evidente y lejana, muy lejana. Entre esos vínculos genéticos dista la infinidad del baile de la armonía fraternal. "Si por lo menos Papá hubiera dejado algo por escrito, pero es que siempre el cabrón creando conflicto". Aquí se produce un punto de inflexión clave para el entendimiento de la discusión familiar. Martín vuelve a bajar la cabeza y piensa en que su padre a pesar de lo estricto y decimonónico que era: siempre sufrió por ellos. Su hermano nunca fue consciente y por lo visto continuaba en las mismas tras esos años de distanciamiento. Recordó como la pelota azul y roja nunca llegó a rodar por su cuarto La resolución final al conflicto viene de los cinco dedos de la Justicia Nacional, en la C/ General Castaños; Nº1.


viernes, 21 de marzo de 2014

          No hace más de algunas semanas, meses quizá ya: la mancha crece. El pozo petrolífero de sus ideas no ha dejado de supurar y buscar una refinería dónde abrillantarse y pulirse a posteriori. Entre las lineas del suelo lo encuentra y el sabor lo halla cada mañana en su champú Hacendado. Huevos rotos y migas de pan duro. No pose trompas con las que acercarse al perfume, ni tampoco mecanismos que vayan mas allá de los sentidos que todos poseemos. Se ha acostado a dormir cerca de las 03:13 y desea no despertar en toda la noche de sus extractos diarios oníricos.  En su reproductor de audio Window Multimedia Player suena Matthew Herbert -One Pig.

domingo, 16 de marzo de 2014

Huellas de mi ciudad.

        Entre viejas torres de ordenador y viejas impresoras con colores que nos llevan al pasado; duerme él. Despierta cada mañana con un Brick de Biofrutas Tropical que se encarga cada tarde de comprar y añadir a su frigorífico antes de dar por concluida la jornada. Pasa largas horas desentrañando antiguos aparatos electrónicos. Conoce el interior de móviles Siemens. Conoce el secreto de por qué esta empresa dejó de fabricarlos. Faxes Sony antiguos y placas base desmenbradas. Televisores Nokia retirados y Radios Fujfilm que algún día retransmitieron programas que alguien escuchó con atención. Registra cada lugar de la Web como si allí hubiese olvidado algo y buscase recuperarlo. No pestañea mientras desliza el ratón por la almohadilla. Esa flecha se desplaza por el escritorio en busca de información. Cualquier documentación puede ser utilizada para comprender un poco mejor los sistemas de telecomunicaciones virtuales y digitales del S.XXI. Busca, busca. Resistencias y Leds. Noches y Flexos. Rastreando foros lo ha hallado: El vídeo que andaba buscando desde hacía tanto tiempo y que no esperaba para nada. Llega como un choque de realidad desde la Deep-Web. Un cáncer virtual. Un peso del que no será demasiado fácil librarse. En la base de datos de cierta empresa mexicana dedicada al tráfico de armas muestran vídeos de como ciertos capos de un Cartel de Ciudad de Juarez prueban su mercancía armamentística con decenas de inocentes. A él, no le supone excesivo esfuerzo emocional ver esa serie de proyecciones pero al final de la reproducción hay alguna extraña sensación que le inquieta. Su ordenador se bloquea durante varios segundos y su mente queda tan en blanco como su computadora. A4 ante un escritor frustrado. Vuelve a la realidad, cierra la pestaña desde el servidor Onion y  estira su mano derecha hasta la caja de herramientas metálica color azul. Extrae un destornillador y se levanta con dirección al último disco duro externo que está desguazando. La chatarrería electrónica y yo -se dice para sí-.

          Han pasado tres noches y dos mañanas y el Brick verde se encuentra vacío junto a la lamparita de inspiración barroca y el cenicero de cristal impoluto. Alguien toca a la puerta con dos golpes secos y fuertes. Tres segundos de espera y tres golpes más fuertes. ¡Interpol! ¡Abra la puerta!

Las hojas de Dionisio


sábado, 15 de marzo de 2014



         En los muros de la ciudad se ven cientos de pequeños adhesivos que nos evocan a ciertas redes sociales. En concreto, a los muros virtuales de FaceBook. Rótulos en los que aparecen escritos nombres de personajes y personas que a todos nos suenan o conocemos. Mensajes directos e indirectos. Comentarios satíricos y sinceros. Nos confirman su asistencia a eventos y comentan las imágenes subidas entre ellos. Se dejan mensajes en los muros y alguien se está tomando la molestia de plasmarlo en nuestros paseos salmantinos... 

viernes, 14 de marzo de 2014

Huellas de mi ciudad.

         Los dos hombres se miran una última vez antes de cometer la perversidad que han tramado apenas cinco minutos antes. Se encuentran agachados cogiendo las hachas de mano que vende la tienda Whin-su al precio de 3,75. Hay cinco o seis y se encuentran en un cesto azul de plástico entre los destornilladores y los paquetes de tornillos. Van a atracar a los dueños chinos con  su propia mercancía comercial. Los dos hombres se miran una última vez antes de cometer la perversidad que han tramado apenas cinco minutos antes. Las hachas no están excesivamente afiladas, pero el acero forjado del gran monstruo asiático es más que suficiente como para intimidar a un dependiente cualquiera. Los dos hombres desean sus papelas y para ello están dispuestos a llegar a dónde sea -siempre y cuando uno de los dos no pierda el hilo conductor y acabe escapándosele la situación de las manos-. Están dispuestos a ello. Avanzan por el pasillo de los post-it, los cuadernos y los rotuladores permanentes. Subrayadores con colores fosforescentes y cuadernos de ortografía rubio. El primero de ellos esconde el hacha tras su espalda, sosteniéndola con la mano derecha mientras que el detrás -más deteriorado por el excesivo consumo- deja su hacha colgando al poder la gravedad con su mano izquierda. Su cabeza queda también a la merced de la ley de Newton. Se ve inclinada, caída, pesada. La lógica como complemento de playa. En el interior del mostrador de cristal se guardan relojes de pulsera digitales y con agujas que no dejan de girar mostrando un sinfín de direcciones para la pobre inconsciencia de los toxicómanos. Sobre el mostrador de cristal se encuentra la caja registradora y tras ella, el joven dependiente asiático. Se dirigen hacía él. Al lado del inmaduro chino con corte de pelo inspirado en el manga, se sienta una señora -también asiática- viendo en un viejo televisor alguna emisión oriental pasada. El hacha se acerca hasta el mostrador y el toxicómano de atrás grita como un desposesido que se les entregue la pasta. No hay reacción mínima por parte del dependiente. Parece acostumbrado a este tipo de situaciones. Dos enfermos psíquicos con síndrome de abstinencia sujetando dos hachas frente a él y apenas parpadea o duda. La señora asiática que observa el televisor, levanta su mirada y observa a los dos hombres por encima de sus minúsculas lentes sin mostrar tampoco ningún tipo de pavor. La única que parece sentirlo, es una señora de mediana edad que sostiene una bolsa de la compra  y en la otra mano un recogedor color verde. Sus gritos inquietan a los hombres de las hachas. El primero de ellos, decide tomar como rehén a la mujer a fin de evitar el escándalo. Es el momento en el que el dependiente aprovecha para agacharse de manera veloz. El segundo de los hombres, siempre menos hábil, lanza un hachazo que impacta directamente sobre la cresta encefálica del asiático abriendo su cabeza como si de una naranja para zumo se tratase. ¡Corre! ¡Corre! Los dos hombres se ven correr avenida abajo como dos gacelas perseguidas por su cazador , chocando con todo tipo de viandantes. En una de las calles que atraviesan la avenida de manera perpendicular, un Clio Azul choca con el segundo de los hombres alejándolo varios metros desde el origen del impacto. Un brazo queda atrapado bajo su espalda durante la caída y el hombro emite un chasquido que indica un drástico desencaje articular. Tales son los nervios que impulsándose en el brazo todavía operativo se levanta. El brazo cuelga formando una U invertida. El codo se mueve en función de la dinámica y la gravedad.  Arranca a correr mientras el otro toxicómano ya se aleja de la escena del accidente. Se dirigen al mismo lugar: Calle Marqués de Lomes, Nº 35-41

jueves, 13 de marzo de 2014

          En las brillantes pupilas dilatadas por el continuo abuso de la medicación anti-psicótica se reflejaban parpadeantes recuerdos. Recuerdos que había ido tejiendo como un sastre lo hubiese hecho con varios retales de estampados diferentes. Se inventaba el orden. Cómo colocarlos; y cómo adaptarlos al archivo que suponía su deteriorada memoria. Gafas de sol, despertadores, lapiceros Alpino de colores, abrigos antiguos de 3/4, Cómics de Marvel, platos de cocina de latón,...  Recordaba el brillo de sus ojos, y sus pupilas lo emitían con un destello semejante al de las luciérnagas en las noches del oscuro pantano. Fotogramas de Super 8 recorrían sus pupilas. Veía densos bosques de Eucalipto, vio Varsovia tras la 2º Guerra Mundial y seguidamente la gran Trilogía de Tolstoy sintetizada en una magnífica imagen. Las cajas de madera que había reciclado aquella mañana en el mercado: no tenían valor. No sabía que meter en ellas. Todo estaba tan desordenado que nunca sabría por dónde empezar. Y ahí estaban esas cajas recicladas frente a sus ojos. Las cajas de los ojos.